El boom del audiolibro, el nuevo niño mimado de la industria editorial

Audiolector, así se llama a quien lee un audiolibro. Empujado por los nuevos hábitos de consumo como las plataformas de lectura por suscripción, la consolidación de los podcasts y las facilidades que brindan los smartphones y sistemas como Siri y Alexia, el audiolibro se presenta hoy como la opción favorita para los lectores. O mejor: audiolectores.
“Es una experiencia totalmente distinta”, dice la crítica y periodista Flavia Pittella. “Es más radical a leerlo en papel o formato electrónico. Es una experiencia hermosa. No tenés nada en las manos, simplemente estás escuchando a alguien que te lee. Los audiolibros están muy bien producidos y las voces de los actores de doblaje, que se encargan de grabarlos, son muy amables”. Pittella, que es una gran promotora de la lectura, es también una de las principales promotoras del formato audiolibro en nuestro país. “He leído-escuchado cientos de audiolibros. Hace nueve años que uso Audible”, dice.
Desde hace mucho tiempo, el crecimiento de la audiolectura es notable —a razón de un doble dígito por año—, pero fue con la pandemia que pegó un salto. Un informe de Dosdoce señala que una de las razones del incremento se debe al cierre de las escuelas: los títulos para niños y adolescentes aumentaron considerablemente (36% y 17% respectivamente), mientras que los géneros para adultos disminuyeron. “Como era de esperar”, dice el informe, “el género de autoayuda creció”. Es muy probable que cada uno de nosotros haya escuchado al menos un audiolibro —si no varios más— en lo que va del año.

(ALEJANDRA LOPEZ/)
Voces en mi cabeza
“Nuestro modelo de creación de contenidos pone al audiolibro en un lugar preponderante”, dice María Belén Marinone, responsable del contenido exclusivo de la plataforma Leamos.com. “En general, es el propio autor quien le pone la voz al audiolibro. Así pasa con Psicoanálisis: por una erótica contra natura, que lee Alexandra Kohan, y La niña de la bolsa, que lee Florencia Etcheves, por ejemplo. Hay algo muy particular en la lectura del propio autor que revela algo más del libro”. Hoy, más del 20% de los audiolibros que tiene Leamos son de producción original y crece a un ritmo vertiginoso, aumentando en más del 30% de su catálogo con nuevos títulos al año.
“Mi autor preferido para escuchar en audiolibro es Stephen King”, dice Pittella, “porque él es fanático de los audiolibros y muchas veces interrumpe lo que está leyendo para hacerte un comentario a vos que lo estás escuchando. Me ha pasado leer 4 3 2 1 de Paul Auster en la voz de Paul Auster y creo que fue radicalmente diferente a que si lo hubiese leído otra persona. Por más que no tenga la voz preparada para una locución, sabe exactamente donde puso el énfasis, la pausa”.
Si bien la lectura de un autor sobre su obra tiene cierta tradición —podemos pensar en ciertas grabaciones de Borges leyendo sus poemas o de Cortázar leyendo sus cuentos—, la novedad del audio libro tiene que ver una producción pensada, ya no como algo anecdótico o singular, sino como un producto hecho y preparado para ser audioleído y pensado para el audiolector local. La productora Reading U, por caso, una de las más importantes de América latina produce cada libro con diferentes acentos: rioplatense, neutro e ibérico.
Aquí me pongo a leer
“Desde hace varios años incorporamos los audiolibros a nuestro catálogo”, dice Mariana Kozodij, responsable del canal editorial del proyecto de bibliotecas digitales Bidi. Con casi una década de presencia en el país, el modelo de bibliotecas digitales fue revolucionario, primero, por haber solucionado el acceso a los libros sin restricción de horario ni de territorio, y ahora por la cantidad de formatos en que los pone a disposición. Coincidiendo con otros actores de la industria, Kozodij destaca el crecimiento del audiolibro: “En los últimos meses hemos visto un gran crecimiento en el préstamo de audiolibros en las Bidis. ¿Los más pedidos? Las viudas de los jueves, de Claudia Piñeiro en la voz de Flavia Pittella, Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued, y Animal oscuro, de Rosa Montero”.
“Uno se emociona o se sorprende igual que si estuviera leyendo”, dice Flavia Pittella y señala que el audiolibro le permite continuar —parafraseando el programa de radio de la recordada Natu Poblet— con el placer de la lectura. “Por otro lado, es una forma de aprovechar tiempos que de otra manera los tendría vedados para la lectura, como, por ejemplo, cuando manejo o cuando estoy caminando o hago una cola en el banco. Siempre tengo el audiolibro y mis auriculares listos”.
¿Hay algo primordial en leer un audiolibro? “Es una experiencia que casi permite recuperar un sentido infantil: que alguien te esté contando un cuento”, dice Pittella. Martín Pérez Cambet, director comercial de Dartley Family Wines, trae un recuerdo que complementa lo que dice Pittella: “Mi abuelo era un gran lector y a sus ochenta años ya no podía leer. Hasta que conseguí el Martin Fierro en audio. Fue el mejor regalo en años”.

El contenido es rey
Frente al costo de un e-book, el audiolibro se acerca muchísimo a lo que sale una tirada de libros físicos, aunque con la ventaja, por supuesto, de no tener un stock limitado. Los grandes jugadores de la industria miran la porción de la torta y se relamen: Google, Amazon, Apple y Storytell están a la caza de la gran cantidad de audiolectores que crece continuamente.
Por ahora son otros los jugadores que llegan mejor y comprenden más a esta audiencia. RIDU lleva más de 500.000 descargas en pocos meses. Leamos, desde los primeros meses de la pandemia mantiene un crecimiento sostenido que no encuentra su techo. La apuesta por un contenido propio, con un lenguaje cercano y las problemáticas que desafían al audiolector rinden sus frutos.
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