Se estrenó “Moonfall”, la esperada película de Roland Emmerich, y la crítica fue unánime: “ridícula”, “mala”, “lunática”
“En el espacio nadie puede escucharte gritar”, citó Rolling Stone la famosa línea de Alien, de Ridley Scott. “Pero en las enormes salas de cine IMAX medio vacías se puede oír a otras personas reírse de la comedia involuntaria de una película realmente mala ambientada en el espacio”.
Ese comienzo de su crítica de Moonfall, la esperada nueva película de Roland Emmerich, el director de Día de la Independencia, El día después de mañana y Godzilla, no sólo estuvo en perfecta armonía con el título de la nota, que se preguntaba si el esperado estreno era en realidad una broma que se hacía al espectador, sino también con las opiniones del resto de la prensa de los Estados Unidos.
Variety, publicación especializada en entretenimiento, tituló “Crítica de Moonfall: Lo último de Roland Emmerich es un desastre lunar en su máxima expresión”, pero en el extremo opuesto de intereses The Wall Street Journal (WSJ), el diario financiero de Nueva York, coincidió: “Cine catástrofe lunático a nivel cósmico”.
La cadena CNN: “La épica de la catástrofe lanzada a la órbita del ridículo”. La versión local del diario británico The Guardian: “Una mala ascensión de la luna… realmente mala”. IndieWire: “Impresionantemente estúpida”.
La expectativa era grande, dado el peso de Emmerich en la industria, sobre todo en los noventa y la primera década del siglo XXI. Pero la voladura de la Casa Blanca en Independence Day y el congelamiento de la Estatua de la Libertad en The Day After Tomorrow tienen una potencia que parece haberse gastado con los años, y decapitar el edificio Chrysler de Manhattan en Moonfall ya no causa el mismo efecto.
La película recupera el espíritu de mixtura de ciencia ficción, cine catástrofe y acción que ha distinguido a Emmerich como un aroma personal. Pero en lugar de asombrar al público con sus desastres lo hizo reír más que la comedia de Adam McKay, con la que la han comparado la gran mayoría de los críticos, pero eso no es un elogio para ninguna: al contrario, implica que Moonfall aspiraba a la seriedad y No mires arriba (Don’t Look Up) es menos graciosa de lo que ambicionaba.
La historia se remonta a 2021, cuando algo sale mal en una misión que Jocinda Fowl (Halle Berry, premio Oscar por Monster’s Ball) y su compañero en el espacio, Brian Harper (Patrick Wilson, La noche del demonio, Watchmen: Los Vigilantes), realizaban para reparar un satélite. Son los únicos dos sobrevivientes del encuentro con una fuerza extraña que parece avanzar en el vacío. O eso dijo Harper, porque Fowl quedó inconsciente tras el ataque de un haz de nanobots.
Esa entidad misteriosa volverá a manifestarse 11 años más tarde, cuando Jocinda ha ascendido en la agencia espacial estadounidense —es subdirectora de la NASA— mientras que Brian ha caído en desgracia y avanza a los tumbos por su vida. Nadie le creyó nunca su versión sobre el monstruo espacial que desapareció tan inexplicablemente como había aparecido.
Un astrónomo aficionado, K.C. Houseman (John Bradley, Game of Thrones), alimentado a comida chatarra y convencido de cuanta teoría conspirativa circule en el universo de la posverdad, descubre que la Luna presenta comportamientos extraños, que parecerían alterar su órbita.
De pronto cada persona sobre la Tierra con un teléfono móvil recibe un alerta: la Luna, efectivamente, se ha movido de su órbita. La cosa va a ser mala, porque según las leyes de la física —que no parecen haberse aplicado al guión de Emmerich, Harald Kloser y Spenser Cohen, según ironizaron algunos críticos—, el campo gravitacional de la Tierra es demasiado poderoso para el satélite, y en la medida en que los dos cuerpos celeste se acerquen, será la Luna el que se despedace. Y caiga sobre la Tierra, eso sí.
Pero ¿qué pasaría si la Luna en realidad no fuera lo que se cree que es? ¿Y si fuera más masiva? Su fuerza de atracción afectaría a todo lo que hay en la Tierra.
Los Angeles queda sumergida por paredes de agua que se alzan; en la otra costa de los Estados Unidos el Chrysler se parte. Un ex oficial de la NASA, Holdenfield (Donald Sutherland), habla de “las cosas que no nos han dicho” sobre la Luna, en particular un misterioso hecho que sucedió durante la misión Apolo 11. A toda velocidad Jocinda, Brian y K.C. forman la fuerza especial y espacial que salvará al planeta, y salen en su misión mientras el caos natural causa el caos social, las poblaciones se desplazan y la violencia predomina.
Sobre lo que sigue, la misión desesperada, acaso los trailers brindaron ya una abundancia de información que tendría que haber creado sospechas. Si una clave del género de misterio es mantener al espectador investigando junto a los personajes, nada bueno se puede inferir de la exposición anticipada de algunos de los giros de la trama en una producción que costó USD 146 millones y necesita al menos recuperarlos.
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