Sobrepeso a edad temprana: «El niño, por sí mismo, puede hacer poco»
No es un problema solo desde que apareció el coronavirus, aunque la pandemia empeoró la situación: se trata del sobrepeso y la obesidad en niños y adolescentes. «Supone un problema de salud central», dice Oliver Huizinga, de la Sociedad Alemana de Obesidad (DAG, según sus siglas en alemán).
Ya antes de la pandemia, las cifras de principios de 2020 indicaban en Alemania, por ejemplo, que unos 1,9 millones de niños y adolescentes (15 por ciento) tenían sobrepeso. De ellos, unos 800.000 presentaban un sobrepeso severo, o sea, obesidad.
«Desde la pandemia de coronavirus, la obesidad entre los más jóvenes aumentó, y en los adolescentes ya se encuentra una cifra alta de afectados con obesidad extrema y comorbilidades asociadas», advierte Huizinga.
Cuándo se habla de obesidad
La obesidad se define como un trastorno caracterizado por niveles excesivos de grasa corporal. La base para calcularla es el índice de masa corporal (IMC), que también tiene en cuenta la edad y el sexo. Así, un niño de 14 años que mide 1,63 metros y pesa más de 72 kilos o una niña de 12 que mide 1,50 metros y pesa más de 58 kilos son considerados obesos.
Si un niño tiene sobrepeso, aumenta el riesgo de que aparezcan otros problemas de salud: diabetes, insuficiencia hepática, trastornos del metabolismo, así como enfermedades cardiovasculares y trastornos en el desarrollo psicosocial, señala Huizinga.
Las causas para el sobrepeso se explican rápidamente: «En principio, el cuerpo recibe demasiada energía por alimentos consumidos y gasta demasiado poco a través de movimiento», dice el experto. Así se genera un exceso, que se almacena como grasa en las células adiposas.
La subestimada influencia de las hormonas
Además, las hormonas tienen un papel que muchas veces se subestima. «Son mensajeras en el cuerpo y regulan el crecimiento, así como también el peso», dice el profesor Martin Wabitsch, del Hospital Universitario de Ulm, en Alemania.
Esto se refiere a todas las hormonas que tienen que ver con el crecimiento y con el manejo de energía. La hormona tiroidea (tiroxina), por ejemplo, regula el metabolismo y la temperatura corporal. Si hay demasiado poca de ella en el cuerpo, la persona aumenta de peso. Con demasiada, baja de peso.
La leptina (conocida como «hormona del hambre»), a su vez, se genera en el tejido adiposo y le informa al cerebro cuánta energía hay disponible. «Cuando se elimina masa grasa y el nivel de leptina baja en consecuencia, se desata un fuerte hambre -para sobrevivir- y el individuo busca comida», explica Warbitsch.
Por lo tanto, es un error pensar que la regulación del peso solo se puede atribuir a la decisión voluntaria del individuo, explica el médico. «En principio, son las hormonas las que regulan a largo plazo el peso corporal», precisa.
Los cambios de peso a corto plazo -en torno al 10 por ciento- pueden lograrse con voluntad. «Las reducciones de peso a largo plazo, en cambio, solo son posibles mediante un estilo de vida controlado al extremo».
¿Significa eso que el niño no puede hacer nada contra su obesidad? La respuesta es: sí y no.
«El niño, por sí mismo, puede hacer poco», dice Wabitsch. Porque reacciona inconscientemente a su entorno, a la oferta de alimentos y a la posibilidad de movimiento. Sin un estricto control externo, su comportamiento en relación al alimento y al movimiento estará determinado por los estímulos y las posibilidades externas. «El peso se estabiliza en un valor máximo», apunta.
No centrarse solo en el movimiento
El deporte solo no alcanza: si uno se centra solo en el movimiento, sobrestima su efecto y las calorías que se queman. Y se subestima el rol de la alimentación. «Solo alentar el movimiento no alcanza ni por asomo», aclara Huizinga.
Si un niño tiene sobrepeso, solo puede cambiar algo con el apoyo de los padres o encargados. «Ellos sirven de modelo. Son los que organizan el entorno», dice el médico Wabitsch.
Por lo tanto, también madres y padres deberían renunciar en lo posible a consumir bebidas azucaradas, jugos de fruta industriales, snacks energéticos y ultraprocesados.
También deberían reducir el tiempo delante de las pantallas y sustituir actividades sedentarias por actividades grupales con movimiento al aire libre.
Porque, para mejorar algo a largo plazo, es necesario un estilo de vida diferente. Y, en ese sentido, los padres deben dar el ejemplo.
dpa